Espero que esta columna los aproxime a conocerme un poco más.
¿Se ahogó el Mello?
Con Otoya nos criamos en una cuadra que tenía tantos pelaos, que en las épocas de clase llenábamos 3 buses de colegio. Y los viernes tempranito se formaban unos carnavales del carajo, pensando en el fin de semana venidero que nos permitiría pescar y bañarnos en las bellas aguas de la bahía. Eran otras épocas.
El Mello perdió a su padre muy temprano, cuando aún era un niño. Y su mamá, “la vieja Berta”, como le decíamos cariñosamente, con su verraquera, se echó encima la pendejadita de levantar 8 hijos pequeños (6 varones y 2 mujeres), cuando aún no cumplía los 36 años.
Nunca olvidaré cuando la “vieja Berta” bajó las escaleras de su casa para almorzar y encontró a 4 de sus críos descamisados en la mesa del comedor. Como no le atendían el llamado para que se vistiesen, se quitó también su blusa, ante el espanto de sus hijos. Como aún no reaccionaban, amenazó con quitarse su “brasier”. Y déjame decirte que la tropa salió corriendo despavorida a cubrirse, pues ella era capaz de hacerlo.
Tiempo después, el Mello terminó su carrera universitaria. Fue empresario, y como sabemos, manejó con calificación sobresaliente a Surtigas durante 20 años.
A principios de 2007, siendo aún gerente de la empresa de gas, se reunió con el grupo de 1815 para manifestar su interés por participar en la preselección electoral de la Alcaldía de aquella época. Nunca pudo hacerlo, porque al manejar una empresa de servicio público tenía la obligación de retirarse con la anticipación mínima de un año.
Para no incurrir en la misma inhabilidad, en 2010, el Mello seguía con su idea y contactó nuevamente a 1815 para decirle que haría las cosas con tiempo. Su renuncia era un hecho, como en efecto lo hizo.
La decisión de Otoya resultó un acto de locura para muchos, teniendo en cuenta el salario devengado en Surtigas. Para él, por el contrario, según me comentó en privado, era un acto de agradecimiento con la vida y quería ayudar desde la Alcaldía. Pasados los días, cerca de elecciones, le tocó abstenerse de lanzarse, como era su deseo, ante un imprevisto familiar. Finalmente, se lanzó al Concejo distrital, a nombre del movimiento “Sí se puede”.
Otoya sacó una votación decorosa, pero le faltó el centavo para completar el peso. Irónicamente, le fallaron los votos de los nativos de las islas del Rosario, a quienes ayudó durante 20 años con la fundación Surtigas. Con un potencial de 400 votos, le resultaron 9; el resto, según dicen las malas lenguas, no aguantó la tentación de recibir cositas de último momento, y la ignorancia y la pobreza les ganó la partida.
¿Se ahogo el Mello? Jamás. Por el contrario, quería decirle que le admiramos. Y como todo buen hijo de “la vieja Berta”, tuvo los pantalones de tomar una decisión que pocos emularían. Mello, Cartagena te espera, y por lo pronto, ella es la que pierde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario